lunes, 18 de octubre de 2010

La convocatoria no es muy numerosa

El hombre se encontraba esperando, al parecer, una gran obra se llevaría a cabo en el teatro mayor de la ciudad.

La convocatoria no es muy numerosa, pero la obra parece ser importante, se dice que esta siendo ensayada desde los principios de los tiempos.

Los actores fueron muriéndose y reemplazándose, heredando guiones y disfraces.

Los cadáveres fueron quedando como parte de la escenografía, los huesos y cráneos alumbraban el escenario con su fluor, algunos de los cuerpos parecían aun moverse, intentaban besarse unos con otros, pero en cada intento perdían pedazos de labio, y sus rodillas se vencían y quebraban.

A pesar de esta circunstancias, el aroma del lugar era agradable, eso si, la contradicción de la disociación de los dos sentidos molestaba, y mucho, a un cerebro poco acostumbrado a estos fenómenos.

El hombre seguía esperando, ya hacia unos cuantos siglos, todo mutaba y se pudría a su alrededor, los niños y niñas que había conocido ya eran mayores que él, los países habían cambiado de nombre y de dueño, la locura se le fundía entre los nervios, aplastaba sus oídos a los saltos, apretaba sus genitales y mordía sus ojos hasta la explosión.

Sin embargo el se mostraba inerte, nada lo afectaba, por momentos hablaba de un modo incomprensible, dijo algo sobre un campo y unas maquinas, pero no encontré sentido en eso.

En un instante dos personas se le acercaron amablemente pero con la clara intención de sacarle dinero.

El siempre quiso tener dinero, pero nunca lo conservo, pues los perros mordían sus bolsillos y tragaban sus monedas, el hombre seguía esperando, en el teatro mayor de la ciudad.

lunes, 4 de octubre de 2010


Por la calle 63, desde 12 yendo para uno, hay una verdadera exposición gráfica en las paredes, verdadero arte.
me detuve en cada uno y encontré tantos mundos como colores.

Eso realmente me alegro la mañana, que había sido de "putas filas tramiteras" en lugares donde todo luce un aburrido color pastel.
No voy a detenerme en las increíbles imágenes de esas calles, hay que verlas personalmente, lo que si es preciso decir y confieso; nunca había sentido tantas ganas de asesinar a alguien como esta mañana, unas ganas que hasta por momentos movía mi cuerpo.

Una pareja de cincuentones pasaban frente a los murales, el señor vestido de negro, típico disfraz de pinguino con su típica panza repleta de salamines caros y asados deliciosos, la señora, lucia al igual que los bancos, un discreto color pastel.
Ella era una vieja puta arrastrada por los bolsillos de su marido pinguinaceo, que por el aspecto de ambos no se tocaban hace varias vidas.
su simple imagen ya me había provocado un cierto malestar y cuando escuche las palabras del gordo forro mientras pasaba frente a los murales me convertí en un asesino en potencia.

"Como ensucian las paredes" dijo la bolsa de mierda con traje, a su esposa disfrazada de torta de mocos.