lunes, 18 de octubre de 2010

La convocatoria no es muy numerosa

El hombre se encontraba esperando, al parecer, una gran obra se llevaría a cabo en el teatro mayor de la ciudad.

La convocatoria no es muy numerosa, pero la obra parece ser importante, se dice que esta siendo ensayada desde los principios de los tiempos.

Los actores fueron muriéndose y reemplazándose, heredando guiones y disfraces.

Los cadáveres fueron quedando como parte de la escenografía, los huesos y cráneos alumbraban el escenario con su fluor, algunos de los cuerpos parecían aun moverse, intentaban besarse unos con otros, pero en cada intento perdían pedazos de labio, y sus rodillas se vencían y quebraban.

A pesar de esta circunstancias, el aroma del lugar era agradable, eso si, la contradicción de la disociación de los dos sentidos molestaba, y mucho, a un cerebro poco acostumbrado a estos fenómenos.

El hombre seguía esperando, ya hacia unos cuantos siglos, todo mutaba y se pudría a su alrededor, los niños y niñas que había conocido ya eran mayores que él, los países habían cambiado de nombre y de dueño, la locura se le fundía entre los nervios, aplastaba sus oídos a los saltos, apretaba sus genitales y mordía sus ojos hasta la explosión.

Sin embargo el se mostraba inerte, nada lo afectaba, por momentos hablaba de un modo incomprensible, dijo algo sobre un campo y unas maquinas, pero no encontré sentido en eso.

En un instante dos personas se le acercaron amablemente pero con la clara intención de sacarle dinero.

El siempre quiso tener dinero, pero nunca lo conservo, pues los perros mordían sus bolsillos y tragaban sus monedas, el hombre seguía esperando, en el teatro mayor de la ciudad.

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